Hoy es un día único

Aunque nuestro cerebro ignora mucha información, sin duda absorbe, codifica y archiva palabras, gestos, hechos y decisiones de nuestro entorno. Y cuando esta noche cerremos los ojos, tal vez sin que nos demos cuenta, seremos un poco distintos de como nos levantamos esta mañana.
Vivir es un permanente ejercicio de interpretar la novedad. La novedad sin fin y casi sin sorpresa es uno de los grandes signos de nuestra época, que día tras día nos va moldeando opiniones, actitudes y decisiones, así va cambiando el mundo y nosotros.
Insistir en repetir a ultranza situaciones y criterios del pasado es negarse a aceptar que aquellas visiones, gestos y palabras que nos daban dicha seguridad fueron realidades que, con los días y los años, quedaron desgastadas por su permanente roce con la novedad.
Y es que cuando se queire recuperar lo que se perdió, primero es necesario asumir por qué sucedió.

No desees al otro lo que no quieres para ti

Me pregunto si a los partidarios del aborto les hubiera gustado que las leyes que proponen sobre esta dramática cuestión se las hubiera aplicado a ellos cuando estaban en el seno materno. Sospecho que de ninguna manera. Desde muy antiguo, se ha afirmado de diversos modos que no hay que desear para otros lo que uno no quisiera para sí.

No necesito más argumentos para oponerme a las leyes que van en contra del respeto de la vida humana. Otra actitud me parece más bien hipócrita y perversa; además, no arregla el problema, lo agrava.

Nos preguntamos a veces cómo fue posible que muchos alemanes no rechazaran el holocausto, o allá donde haya tenido lugar algún tipo de genocidio. No se preguntarán lo mismo las generaciones venideras sobre el silencio, al recordar la complicidad de nuestra generación ante los millones de inocentes víctimas del aborto?

ViDa

Hoy tuve la alegría de tener entre mis brazos a una niña recién nacida. Cinco días tenía en el mundo, fuera de su madre esa preciosa criatura; sus padres adoptivos le pondrán “Victoria Daniela”, es decir “ViDa”. Han esperado con ansia el momento y por fin hoy por la tarde les fue entregada. Los primeros cinco días fuera del seno materno corrieron a cargo de una generosa familia con cinco hijos. Cuando miraba a la niña de diez años que cargaba y atendía a la bebé, a la abuela de la familia que se inventaba un pretexto para aparecerse y bañar a la niña, aprovechando al máximo los momentos que restaban a cargo de la criatura, multitud de pensamientos se agolpaban y confundían en mi mente: ¡qué bella es la familia!, ¡qué hermosa es la vida! -en ambos sentidos-… y ¡qué oscuridad la de aquellos que ciegamente se oponen a ella!, un auténtico eclipse, más aún, una noche de la razón, de humanidad.

Al ver a esa niña o a esa abuela con la bebé prestada en los brazos, me preguntaba: ¿quién se atreverá a afirmar que la vida es una carga, un castigo? Al imaginarme la ilusión de la pareja adoptante, que unen al gozo de contar con un hijo, que acaso la naturaleza les ha negado, el saber que han salvado de la muerte y han ofrecido una vida digna a tan bella criatura, pensaba: ¡vale la pena luchar por la vida!

Soy consciente de que no todos piensan así, vivimos en una sociedad pluralista, caben todas las posiciones, todas se deben respetar -quisiera que por lo menos los que no piensan como yo respetaran la mía-, pero al ver a Victoria Daniela no podía evitar cuestionarme: ¿es esto bueno o malo?, ¿es bueno que algunos sostengan que no debería haber vivido?, ¿que probablemente se hizo presión a la madre que originalmente deseaba abortar?, ¿que el valor absoluto es la libertad y, por lo tanto, lo que decida la madre debe respetarse y nadie debería objetar nada?

O que se trataba de una compra que hacen familias ricas de niños pobres; mejor sería impedirle vivir a los pobres, es decir, negarles la posibilidad de vivir como ricos, y otras tantas falacias propias del resentimiento social. Al sentir su calor en mis brazos, al ver sus ojitos abrirse y cerrarse, su boquita bostezar, y la ilusión con la que era cuidada por la familia intermediaria, no podía dejar de pensar que todo eso eran discusiones bizantinas, juegos del lenguaje, agudezas, pero no la simple, llana, y sencilla realidad.

Alguien -seguramente pesimista- podría objetar que mi cuadro responde a la historia con final feliz, pero que no todas las historias son así; también hay historias de terror. Alguien podría presentar otro escenario: mujeres metiéndose ganchos en condiciones antihigiénicas y desangrándose inútilmente, muriendo en el acto mismo de asesinar a sus hijos, ¿puede imaginarse algo más dantesco?

Mujeres violentadas, condenadas a vivir con oprobio, obligadas a cargar físicamente durante nueve meses, con recuerdos traumáticos que quisieran olvidar; familias que ven mellado su buen nombre, etc. En ese caso el inhumano, machista, opresor de la mujer, sería yo. Pero, ¿no es Victoria Daniela una mujer?, ¿no podrá llegar tal vez, el día de mañana, a ser una gran mujer?

Noche de la razón que equivale a pobreza de ingenio, a ceguera ideológica que hace violencia a la realidad. Es verdad, caben las dos posibilidades, pero, ¿no tenemos, sea por dádiva divina o como producto de la evolución, la luz de la razón? ¿No podemos intentar ofrecer mejores soluciones?, las más humanas, las más acordes con la dignidad de la persona.

¿Por qué ofrecer la tentación -facilitarla- de acabar con todo y por la vía más rápida, más cómoda, más irreflexiva? ¿Es el aborto una manera humana de solucionar los problemas? ¿No se merece esa incipiente vida, que quiéranlo o no llevan adentro, otra posibilidad, buscar otra solución? Y, sobre todo, ¿quiénes somos nosotros para decidir quién debe vivir y quién no?, ¿se debe respetar al hombre sólo si está en los planes de sus padres?

La realidad humana es compleja, nadie lo niega; lo que me cuestiono es la racionalidad de cortar por lo sano y cauterizar la conciencia diciendo que es algo “legal”, lo que a la postre confunde y deforma al colectivo social.

La falacia de que “nadie las obliga a hacerlo” pone la decisión de quién debe vivir y quién no en personas que, o han demostrado su inmadurez, o están sufriendo un fuerte shock emocional y, en muchas ocasiones, son menores de edad. ¿Cabe mayor absurdo?

La solución de la “historia feliz” es creativa al tiempo que laboriosa, muestra un profundo compromiso social y una solidaridad que no se queda en teoría, sino que se encarna en Victoria Daniela.

Además, como el problema es más profundo, no se limitan a ayudar a parir: se da educación a las madres, se les ofrece albergue donde pueden, si lo desean, permanecer sin que nadie las vea embarazadas; se les da atención psicológica, etc. Es decir, se utiliza la razón.

Muchas gracias, Mario.

Atajar de raiz o comenzar por las ramas

Se cuenta que en el parque de cierto pueblo se hizo necesario tumbar un enorme roble, al que le había caído una extraña plaga que lo convertía en un verdadero peligro público, temiendo se cayera o contagiara a los demás árboles.

Se hizo todo lo posible por salvarlo. Los vecinos estaban muy tristes ante su impotencia. No es fácil definir la causa de un problema, y no menos fácil es tomar la decisión de solucionarlo.

Una mañana llegaron los obreros con sierras automáticas y hachas. Todos se congregaron en la plaza para presenciar el derrumbe del viejo árbol, excitados ante el inmenso estrépito que produciría su caída. Todos suponían que los hombres empezarían cortando el gigantesco tronco principal por el sitio más pegado al suelo. Pero fue todo lo contrario. Colocaron escaleras y comenzaron podando las ramas más altas.

Y así, desde arriba hacia abajo, fueron cortando desde las más pequeñas hasta las más grandes ramas, quedando al final tan sólo el tronco central. Un rato después, aquel poderoso roble se encontraba en el suelo, cuidadosamente cortado a pedazos. El sol cubría esplendoroso el centro del parque. Ya no había sombra: era como si nunca hubiera estado allí, era como si no hubiera tardado más de medio siglo en crecer….

Uno de los obreros explicó que de haber cortado el árbol cerca de la tierra y antes de quitar las ramas, se hubiera vuelto incontrolable, produciendo grandes destrozos en su caída. Es más fácil manejar un árbol cuanto más pequeño se le hace.


Podando primero los pequeños obstáculos tendremos que ir llegando al tronco principal de nuestras preocupaciones. Quitar primero las ramas una a una. Ocuparnos, sin preocuparnos. Reconocer nuestros errores. Tener el valor de enfrentarlos. Establecer las prioridades. Tener claros los objetivos en la vida. Librarnos poco a poco de todo el peso que nos impide trabajar, crecer, disfrutar, vivir.
Ardua tarea, sí, pero creo que muy necesaria.

Nos importa lo importante?

Hubo una vez un barquero que llevaba gente de un lado a otro de un gran río, y un día subió un sabiondo que empezó a increparle diciéndole:
– Conoces las matemáticas?
– No – contestó el barquero.
– Has perdido una cuarta parte de tu vida. Y la astronomía?
– Eso se come o qué? – contestó.
– Has perdido dos cuartas partes de tu vida.
– Y la astrología?
– Tampoco – dijo el barquero.
– Desgraciado, has perdido tres cuartas partes de tu vida!
En aquel momento la barca se hundió, y viéndo que se lo llevaba la corriente, le dijo el barquero:
– Eh, sabio!, sabes nadar?
– No! – contestó desesperado.
– Pues has perdido las cuatro cuartas partes de tu vida, toda tu vida!

Para quien va por un río, lo importante no es saber tantas cosas sino saber nadar. Las cosas esenciales de la vida, muchas veces olvidadas, son saber quién soy, de dónde vengo, a dónde voy, y con todo, descubrir el sentido de Dios; que va con nosotros y también es un importante salvavidas.
Ya dice el refrán que al final de la vida el que se salva sabe y el que no, no sabe nada.

El ombligo esencial

Cuentan de una araña que se dejó caer por uno de sus hilos desde un árbol, para anclar los soportes alrededor de una rama y tejer su telaraña, esa malla que va engrandeciéndose con sucesivas vueltas, hasta completar su obra. Entonces, paseándose por su territorio, orgullosa de su realización, mira el hilo de arriba y dice: «éste es feo, vamos a cortarlo», olvidando que era el hilo por donde empezó todo, el que sustentaba todo. Al cortarlo, la araña desmemoriada cayó enredada en su red, prisionera de su obra.

Hago una reflexión para verme a mi mismo en el caminar por la vida, y veo que a veces nos olvidamos de lo esencial mientras nos miramos el ombligo encerrados en nuestro cavilar, sin caer en la cuenta de que es la obra por la que se tejieron nuestras vidas.

Efectos adversos en la píldora del día después

Parece ser que los farmacéuticos ya han detectado efectos adversos en la píldora del día después: Sangrados, trombos y, sobre todo, un uso inadecuado y excesivo son algunos de los problemas a los que los farmacéuticos españoles se enfrentan cuando dispensan la píldora del día después.

Los riesgos son bien conocidos desde hace ocho años, cuando el fármaco llegó a España. Pero, desde que comenzara la dispensación sin receta, hace casi cuatro meses, la preocupación de los profesionales es mayor. Una farmacéutica cuenta que en los últimos años ha conocido, al menos, dos reacciones adversas al Levonorgestrel.»Una chica, de unos 21 años, paciente habitual, vino a pedirme un anticonceptivo con Levonorgestrel para tratarse el acné. No se lo di, porque creí que no lo necesitaba, pero ella se lo tomó. Al cabo de unas semanas sufrió un trombo cerebral que a punto estuvo de dejarla tetrapléjica». No fue el único caso. También tuvo noticias de una joven que «no llegaba a los 18 años» y «acabó en Urgencias por una hemorragia masiva» tras tomar la píldora del día después. Por casos como éstos, ésta farmaceútica es una de las 3.000 que no dispensa este fármaco.

El 52% DE LAS USUARIAS son «reincidentes». El 100% SUBIÓ LA VENTA en el primer mes sin receta.

Sin embargo, Sanidad ni siquiera reconoce el derecho a la objeción, por lo que la mayoría de los profesionales se ven obligados a dispensar la píldora postcoital sin receta. Algunos toman sus propias precauciones. «Nosotros no la damos por debajo de los 16 años, y siempre explicamos antes los riesgos», aclara esta titular de la farmacia que lleva su nombre en Madrid. Pese a las cautelas, señala que, desde que se liberalizó su comercialización, ha detectado numerosas irregularidades. «Hay colegas que me comentan que algunas chicas ya se la toman todos los fines de semana. O, incluso, dos veces por semana. Nosotros intentamos decirles que, por favor, esperen al menos un mes, aunque el mínimo son tres meses. Pero no siempre funciona, porque a veces ni siquiera vienen las chicas: vienen sus novios. El otro día llegaron dos chicos de 15 años pidiéndola para una amiga. Les dije que tenía que venir ella misma y no volvieron. A saber lo que habría detrás de eso». A su juicio, «lo ideal es que hubiera un control médico».

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El país donde estaba prohibido nacer

El país donde estaba prohibido nacer, una crónica en el año 2107

Había un país donde, a pesar de tener condenada su riqueza futura por la falta de nacimientos, estaba prohibido nacer. Se llamaba España y su población autóctona quedó prácticamente extinguida en la segunda mitad del siglo XXI. No fue ninguna sorpresa porque la inercia del movimiento demográfico es muy grande. Fue la noticia de una extinción anticipada, pero se empecinaron en pelearse por muchos motivos, aunque olvidaron el fundamental: sin niños no hay paraíso, tampoco en la tierra.

Los españoles tenían una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo. Se situaba en torno al 1,1, cuando para mantener la población equilibrada se necesitaba casi el doble, el 2,1. Durante una temporada se engañaron estadísticamente –hecho bastante frecuente- porque una fuerte oleada inmigratoria, que se detuvo primero por la crisis y después por los largos años de estancamiento económico, les inducía a creer que había rebrotado algo la natalidad aunque el conjunto de autóctonas más las venidas de fuera estaba en el 1,4. En realidad, las inmigrantes latinoamericanas y especialmente musulmanas que tenían muchos hijos eran quienes habían empujado un alza insuficiente y transitoria.

En esta caída de la natalidad influían muchos factores: la tardía edad en que se casaban, el trabajo de la mujer fuera de casa y la persecución empresarial que sufrían las embarazadas, la ausencia de una legislación integral favorable a la maternidad, y también el descenso de la práctica religiosa.

En el grupo de población de mujeres agnósticas y ateas los hijos no llegaban ni a un hijo  por cada mujer fértil, el 0,9; mientras que las católicas practicantes, sin alcanzar todavía al objetivo del equilibrio demográfico, estaban más cerca. Era extraño que el país con mayor problema demográfico de Europa fuera el que menos recursos aportaba –y además con diferencia- para ayudar a las familias con hijos. La legislación era tan salvaje que una mujer embarazada, soltera o casada, sin recursos económicos que deseara tener a su hijo no podía acogerse a ninguna ayuda pública (en algún territorio como el llamado Comunidad Valenciana parece que si existían algunos apoyos). Por el contrario, el aborto les salía casi gratuito en una clínica privada y gratis total en la sanidad pública. Todo estaba pensado para evitar los nacimientos.

Los políticos y técnicos sabían que la caída de la población a plazo fijo comportaba el hundimiento del PIB. La Societe General, una entidad financiera nada sospechosa de filantropía, en un estudio realizado a principios del siglo XXI, determinó que en el 2040 los españoles serían un 27% más pobres que en el 2005 debido a su baja natalidad. A los gobernantes de aquel tiempo, la ahora vituperada generación Zapatero, el ‘arrasador’, y a los grandes líderes sociales empresariales y mediáticos, no parecía importarles este tipo de datos. También sabían que la base del estado del bienestar, el sistema público de pensiones era insostenible, precisamente por la misma causa de falta de niños, asunto que empeoró con  la aguda crisis que vivieron en el período 2008-2010, y el estancamiento que la siguió. La quiebra de la llamada Seguridad Social se anticipó una decena de años. El resultado condenaba a la gente joven a un futuro de pobreza, ausencia de seguridad económica y a pagar la deuda elevadísima generada por sus padres y abuelos. Pero lo más curioso del caso es que una mayoría de estos mismos jóvenes condenados de antemano a vivir muy mal, aplaudían las medidas que les condenaban.

El aborto se fue convirtiendo en un factor determinante en la caída demográfica a inicios del siglo XXI, representando ya uno de cada cinco nacimientos. A inicios de la segunda década, la cifra ya representaba uno de cada cuatro, y después ya era uno de cada tres. Fue una hecatombe provocada y deseada.

La mala ley

La situación empeoró con una ley que permitía abortar con total libertad en cualquier momento del embarazo, con diversos artilugios legales. Lo peor de la anterior situación, el fraude sistemático que cometían las clínicas privadas, se legalizó. España era el único país de Occidente donde se despenalizó totalmente el aborto y se implantó, como en los años 30 en otros lugares de Europa de ingrato recuerdo y después en la Alemania nazi, la práctica sistemática del aborto eugenésico. Se dedicaron más recursos públicos para que abortar fuera gratuito y siguieron sin dedicar ni un euro adicional a ayudar a las familias que querían tener hijos.

También se implantó a partir de los 11 años la llamada educación sexual, que en realidad consistía en explicarles como convertir la relación sexual en un deporte de contacto y que abortar no era nada. Una de las ideólogas del régimen, según textos recogidos, era una intelectual con un gran  conocimiento del arte andaluz, y de unas llamadas ‘cajas de ahorro’ que debía ser un adminículo que no ha dejado huella, donde por lo visto ocupó lugares de magna importancia, bajo el titulo de ‘becaria’. Todo  según los fragmentos de textos oficiales. Esta gran pensadora  definió la importancia del aborto. “Es como ponerse tetas”. Se llamaba líder Bibiana Aído, y su escultura y culto fue pasado a fuego en el periodo de la ‘Gran Devastación’. Con este bagaje se enfocó la educación sexual de niños y niñas, complementada por la introducción a la teoría del género, que consistía en enseñarles a que aprendieran a saber si eran niños, niñas o qué. También les contaban cuentos donde el príncipe besaba a otro príncipe dormido, éste se despertaba, se casaban y eran felices.

Asimismo, se introdujo como obligatorio en la medicina, el estudio y práctica del aborto. Quien no se hubiera familiarizado y lo hubiera practicado se quedaba sin el título de médico. La objeción de conciencia, que la Constitución de entonces reconocía, se limitaba al máximo, de manera que el anestesista, por ejemplo, no podía objetar, sólo el médico o la enfermera, y estos pasaban a engrosar un registro público de objetores. Ahí se acababa su carrera profesional en la sanidad pública.

Lo más curioso de la historia de esta extraña sociedad es que sus jueces magnos se habían reunido años antes en un foro llamado Tribunal Constitucional estableciendo que el nasciturus era un bien jurídico protegido, que el Estado debía de velar por su protección y que los derechos de la madre no podían imponerse al de la vida del hijo. Seguramente deben faltar otras sentencias de los augures judiciales porque si no no se explica como podían hacer una ley tan contraria a lo establecido por los magistrados máximos.

Se invirtieron cientos de millones de euros en anticonceptivos de todo tipo, incluidos los abortivos, que se repartieron a espuertas sin ningún tipo de control médico. El resultado sobre la salud de las mujeres fue trágico. Un 15% de la población femenina fue víctima de anomalías graves; otro 40% sufrió de síndrome post-aborto, una forma específica de síndrome traumático; y un 15% arrastró graves problemas de salud mental a lo largo de su vida. Todo esto estimuló todavía más la idea de que lo bueno era no tener hijos.

Se observó que en relación a sus madres la esperanza de vida disminuyó, y en relación a sus abuelas se estancó. Claro que también influyó que las mujeres en España, según la llamada OCDE en su estudio 2009, se emborrachaban (sic) y fumaban más que los hombres. Era otra especificidad española.

El primer grupo cultural en extinguirse fue uno que ya era pequeño a inicios del 2000, el llamado Pueblo Vasco. Es curioso, porque a pesar de su debilidad demográfica fueron muy empecinados en mantener su especificidad, pero el aborto y la baja natalidad por otras causas los dejaron reducidos a la mínima expresión en el año 2030, algunos caseríos de interesantes caracteres antropológicos. Lo que investigan los historiadores es el por qué sus diputados en el parlamento, los que se llamaban PNV, votaron en bloque a favor de la ley que prohibía nacer, que se aprobó en el año VI de la era Zapatero, es decir en 2010, llamada Ley Orgánica sobre Salud Reproductiva y muchas cosas más. En algunos textos se dice que fue a cambio de un plato de lentejas, pero no queda claro el significado de tal expresión ¿cómo podían cambiar lentejas por la continuidad de su propio pueblo quienes se decían únicos defensores del mismo?

Los catalanes, que eran más, prolongaron un poco su presencia demográfica, pero culturalmente se puede decir que dejaron de existir en el 2025. La nueva cultura surgió de los grandes grupos latinoamericanos, rumanos y, con un papel cada vez más hegemónico, los musulmanes. De la lengua catalana quedaban vestigios hablados por la población mayor de 65 años, que utilizaba continuamente la expresión ‘Renaixença’ para referirse a un pasado quizás mítico que surgió en el siglo XIX. Pero lo acaecido en los tiempos de la Gran Desolación, especialmente dura en los campos cataláunicos, ha destruido la mayoría de documentos históricos.

Ninguno de los grandes hombres de la sociedad española, los más ricos y poderosos que eran amos de cosas que se llamaban CEOE, Banco de Santander, BBVA, la élite económica, nunca levantó la voz ante la ley que impedía nacer. Algunos historiadores lo consideran lógico porque dicen que tales ilustres patricios nunca contaban personas, sólo euros.

Año 47 después de la Gran Desolación y 2107 del Nacimiento de Jesucristo.

(J.Miró)

En defensa de la dignidad humana desde el momento de la concepción

Hay momentos en la Historia en que las alarmas se disparan y la sociedad muestra unánime su rechazo ante situaciones que sobrepasan los límites de lo tolerable. Esta vez han bastado tres palabras fetos, trituradora y desagüe, para que así sucediera. Pero lo que importa señalar es que más allá del feto descuartizado, la alcantarilla, el fraude del certificado médico… late el verdadero problema: se sacrifican vidas humanas al amparo de una ley cuya reiterada denuncia ha caído en la fosa de lo políticamente incorrecto.

Abundan en los medios de comunicación expresiones aceptando la ley condicionada, únicamente, a trámites de índole menor: ¡Si no hubiera fallos en los controles de las clínicas! ¡Si se cumpliera la normativa de sanidad mortuoria! ¡Si hubiera información de alternativas al aborto! ¿Cómo puede haber quien dice que el problema no es de reforma legislativa, sino de investigación y de mejorar los controles previos al aborto?

Cumplidos todos los requisitos, la ley más permisiva de Europa causante del dramático turismo abortivo, seguiría siendo reprobable moral y jurídicamente. Porqué despenalizado o no, el aborto es un delito que está en el Código Penal, que en su versión anterior, vigente hasta 1985, aparecía tipificado en los Delitos contra las personas. Ahora está en el Titulo II, Del aborto, cambio que ha permitido la temeraria discusión de si el nasciturus era o no persona, para aminorar en la conciencia el efecto de su destrucción.

Dos errores han permitido la promulgación de esta ley:

1º El engañoso mensaje de que el hijo es una parte del cuerpo de la mujer al que ella tiene derecho a eliminar. La embriología y la fisiología descartan, totalmente, este supuesto que sigue circulando aunque nadie crea seriamente en él desde que existen las ecografías. Aunque el lenguaje convenientemente manipulado haya calado en el subconsciente colectivo, y los mensajes subliminales se hayan apoderado de nuestro pensamiento, el aborto ni es interrupción del embarazo, ni puede ser ético, ni terapéutico, ni eugenésico.

2º El Código admite, como causa de despenalización, que sea necesario para evitar un grave peligro para la vida o salud física de la madre. Éste supuesto no plantea ningún reparo ético ni moral. Ejemplo: una enferma de cáncer que necesita para curar su dolencia, que se le proporcionen sesiones de radioterapia cuyos efectos pueden destruir la vida del feto. Sin embargo «para evitar un grave peligro para la vida o la salud psíquica de la embarazada» no tiene ninguna justificación. Mucho menos en criaturas que por lo avanzado de la gestación pueden ya continuar su desarrollo fuera del vientre de su madre. El embarazo, en sí mismo, no supone peligro grave para la salud psíquica de una mujer y menos para su vida. Grave, en psiquiatría es la esquizofrenia, la psicosis bipolar, el trastorno border line de la personalidad o el trastorno neurológico grave que afecta a la conducta. Cualquiera de estas enfermedades requiere una base patológica anterior al embarazo, y, son tan graves que impiden prestar el consentimiento expreso de la embarazada, que exige la ley. Este dato hay que tenerlo muy en cuenta, porque entraña contradicción que se exija el consentimiento de una persona privada de la capacidad para prestarlo; prueba evidente de que todo esto no es más que una patraña, como los últimos acontecimientos han demostrado.

Las clínicas denunciadas han utilizado falazmente «la salud psíquica» para delinquir y enriquecerse con los abortos. Pero, no vale confundirse, ya que por muy de acuerdo con la legalidad que actuaran clínicas y psiquiatras, esta cláusula es absolutamente inadmisible, porque carece de legitimidad. Con el agravante de que la destrucción del hijo no sólo no mejoraría la enfermedad de la mujer sino que afectaría negativamente en su estado emocional por el síndrome post aborto.

Para que una ley sea justa no solo tiene que estar de acuerdo con la legalidad, es necesario que se fundamente en unos valores y principios que la legitimen, sin ellos no será una verdadera ley. No se puede dar la espalda a la realidad, la biología nos dice que a partir de la unión de los gametos de los padres se constituye un nuevo individuo, un ser que dirige su propio desarrollo, con identidad propia e irrepetible. El feto es un individuo de nuestra especie que tiene dignidad ontológica inherente a su índole y condición, y merece el respeto a su derecho a la vida.

Dolores Vila-Coro